por toledano » 25 Abr 2007, 20:47
A ver, que no quiero ponerme coñazo...
Esto es de La Tribuna de Toledo, publicado el 2 de enero de este año, a doble página.
"El cerro del diablo"
El Consorcio cuenta con un proyecto de intervención arqueológica que podría hacerse realidad cuando esta zona sea de titularidad municipal
TOLEDO.- Finaliza 2006, arranca 2007, pasa el tiempo y parece que el Cerro del Bú continúa estando en manos particulares. Pese a las promesas del alcalde, tan repetidas a lo largo de los últimos meses, de que este paraje será en breve propiedad de todos los toledanos, el antiguo yacimiento de la Edad del Bronce -precedente del primer poblamiento humano que se situó en el Casco Histórico actualsigue sometido al inexorable paso del tiempo, promesas políticas y la misma modorra que envuelve a cualquier intervención de esas características en la ciudad. Todo eso, tratándose de unos restos arqueológicos cuya antigüedad se remonta más allá del primer milenio antes de Cristo.
A la espera de que el Cerro del Bú, situado en las inmediaciones del arroyo de la Degollada, obtenga la titularidad municipal, un viejo proyecto de intervención duerme el sueño de los justos en el interior de los sótanos del Consorcio. El Plan de Inversiones de este organismo correspondiente al período 2007-2010 prevé una inversión de 240.000 euros para la preservación y puesta en valor del yacimiento. La pregunta es: ¿Cuándo llegará el momento...?
Pese a las buenas intenciones del señor Molina, el interés por el Cerro del Bú no constituye en absoluto ninguna novedad. Las primeras investigaciones relacionadas con el lugar, a cargo de Manuel Castaños y Montijano, acaban de cumplir cien años de edad.
Los descubrimientos iniciales, que pasaron por la Real Academia de San Fernando, apenas sí verificaron la antigüedad del poblamiento tras unas someras excavaciones. Nada queda, por otra parte, del fallido intento de repoblación con pinos que emprendió en la zona el Ayuntamiento de Toledo hace apenas medio siglo, en el año 1956.
Las campañas emprendidas a lo largo de los años ochenta por Enrique de Álvaro y Juan Pereira, aunque mucho más sistemáticas, tampoco aportaron demasiada información. A finales de esa década sí fue posible documentar los restos de antiguas estructuras defensivas de origen islámico. Se trataba de los restos de la primitiva 'Torre de los Diablos', cuya existencia recogían antiguos testimonios mozárabes. Por fin salían a la luz.
Oculto. Un simple paseo por los alrededores del cerro permite descubrir las inmejorables características defensivas del lugar.
Situado a poco más de quinientos metros sobre el nivel del mar, el Bú domina visualmente casi todo el sureste del peñón toledano, hasta el puente de Alcántara, el Castillo de San Servando y la Huerta del Rey.
En palabras del historiador Julio Porres, «es escasamente visible desde el norte, lo que le confiere un valor estratégico importante».
Por otra parte, su escarpada bajada natural hacia el Tajo debió de asegurarle el abastecimiento de agua en épocas pasadas. La mayoría de las investigaciones han planteado que el Cerro del Bú estaría comunicado con el Casco Histórico a través de un rudimentario salto de agua o bien de un puente de barcas. No en vano, han aparecido restos que se corresponden con esta primitiva etapa en el interior del Casco Histórico, al otro lado del río, a la altura del Corralillo de San Miguel.
Aunque la mayoría de los restos constructivos de la Edad del Bronce hayan desaparecido, los arqueólogos barajan suficientes datos como para señalar que los primitivos habitantes de la ribera del Tajo habitaban en cabañas de planta elíptica o circular, con zócalo de piedra y paredes y techos formados por ramas endurecidas con barro. Desgraciadamente, las colecciones de restos cerámicos descubiertas en el entorno a lo largo del siglo XX -así como los pequeños útiles de piedra que utilizaron estos pobladores-, se encuentran descontextualizadas y jamás han sido estudiadas en profundidad, por lo que el Cerro del Bú solamente puede ser estudiado a través de investigaciones muy generales.
Arqueólogos como Arturo Ruiz Taboada han planteado que los niveles arqueológicos más antiguos del lugar se corresponden con la fase de transición entre la Edad del Cobre y la Edad del Bronce en esta zona de la Meseta. «La información con la que actualmente contamos permite identificar un sistema de asentamientos permanentes plenamente consolidado en la cuenca media del Tajo al que pertenecería el Cerro del Bú (...), pieza imprescindible para el conocimiento de la forma de vida de las gentes que habitaron el entorno de la actual ciudad de Toledo entre el tercer y segundo milenio antes de Cristo», aseguró hace años este arqueólogo en el informe propiedad del Consorcio.
Los diablos. La primera denominación del lugar, conocido como Cerro del Bú, data de finales del siglo XIII y es una de las más antiguas de Toledo. Es habitual considerar que 'Bú' procede de la palabra árabe que significa 'búho' o 'lechuza', si bien este término ha convivido durante buena parte de su historia con otra expresión mucho más inquietante: la de 'Torre de los Diablos'.
Así se conoce, desde 1156, a las construcciones musulmanas asentadas sobre este lugar de importante valor estratégico. Los arqueólogos e historiadores coinciden en relacionarlas con el asedio que el califa cordobés Abderramán III había emprendido contra la ciudad de Toledo en el año 931 y cuyo centro se encontraba en la ciudad perdida de Madina al-Fath, conocida posteriormente como Çalencas, en las proximidades de lo que hoy conocemos como barrio de Azucaica.
De esta época han sobrevivido los restos de un recinto amurallado, levantado directamente sobre los restos de la Edad del Bronce.
El Bú continuaba ofreciendo unas inmejorables condiciones a los pobladores veinte siglos después de su primera ocupación. Las fortificaciones serían abandonadas por los musulmanes una vez que no fueran necesarias. Hasta nuestros días han llegado murallas con un espesor cercano a los dos metros y una especie de bastión, que domina la cresta del cerro y cuyos perfiles todavía pueden apreciarse con relativa facilidad.
«La puesta en valor de la estructura perimetral del recinto amurallado islámico con sus cuatro elementos defensivos o de contención puede representar la recuperación de un espacio histórico que hoy se encuentra totalmente perdido», continúa Ruiz Taboada.
Está sobradamente justificado, por tanto, que el Cerro del Bú goce de la consideración de Monumento Nacional, según apareció publicado en el Boletín Oficial del Estado en noviembre del año 1980.
Y ahora, ¿qué? A la espera de que el Consorcio tome cartas en el asunto, una vez que el Bú sea por fin de titularidad municipal, por el momento sólo es posible atenerse a la propuesta de intervención arqueológica que posee dicho organismo. Uno de los principales objetivos sería la delimitación del recinto islámico -cuya extensión en área se desconoce aún-, así como la protección del conjunto con el fin de impedir actos vandálicos.
En una segunda fase, el equipo de arqueólogos acometería los trabajos de excavación y consolidación de estructuras, determinando qué elementos corresponden a cada una de las etapas históricas del Bú, una tarea bastante compleja. Está previsto que estudiantes de la Universidad de Castilla-La Mancha puedan intervenir en las tareas arqueológicas, tal y como sucedió el pasado verano en el patio del Cristo de la Luz.
Por último -siempre según este proyecto del Consorcio, cuyo contenido es solamente indicativo-, quedaría realizar una señalización del yacimiento mediante la colocación de paneles indicativos con planos que indiquen a los visitantes cómo recorrer adecuadamente el yacimiento, de manera similar a las explicaciones -también al aire libre- de los Baños de Tenerías. El acceso al conjunto, desde la zona del Valle, ascendería en zigzag hasta la zona superior del cerro, salvando la muralla y las trincheras de las últimas excavaciones. Los toledanos disfrutarían así de un privilegiado mirador sobre la ciudad histórica.
Destacados
Sus características estratégicas han convertido al Bú en un referente defensivo durante milenios
El proyecto del Consorcio incluye la excavación y la puesta en valor de los restos arqueológicos
Cronología del Yacimiento
II milenio a.C.: Esta etapa se corresponde con las fases arqueológicas del Bronce Antiguo y Bronce Pleno en el centro de la Meseta.
Restos de cerámica y también pequeños útiles de piedra, encontrados desde comienzos del siglo XX. Es posible que los primitivos pobladores del Bú abandonaran el recinto a consecuencia de un incendio -o bien debido al crecimiento del poblado- y se instalaran en el interior del actual Casco Histórico. En el Corralillo de San Miguel, frontero del cerro más allá del río, fueron encontrados restos de la misma etapa en las excavaciones que los arqueólogos han realizado a lo largo de las últimas tres décadas.
Siglo IX d.C.: La muralla islámica, que cimienta directamente sobre los restos de la Edad del Bronce, está realizada en mampostería de piedra trabada con barro. En el interior debió de levantarse la 'Torre de los Diablos' citada en documentos mozárabes. Esta estructura pudo haber formado parte del cerco levantado contra Toledo por el primer califa cordobés, Abderramán III, cuyo centro, la ciudad perdida de Çalencas, se encontraba en los alrededores de Pinedo o Azucaica.
Año 1905: El secretario de la Comisión de Monumentos local, Manuel Castaños y Montijano, verificó la antigüedad del poblamiento del Bú, al tiempo que el arquitecto municipal, Ezequiel Martín, levantó los primeros planos del lugar. Sus conclusiones fueron enviadas a la Real Academia de la Historia y cayeron en el olvido durante varias décadas.
Década de los ochenta: Enrique de Álvaro y Juan Pereira intervinieron en el yacimiento a lo largo de varias campañas. A finales de la década fue posible identificar una estructura defensiva en la cresta del cerro compartimentada en tres habitaciones, con cimientos de piedra y los restos de un enfoscado de yeso con el fin de impermeabilizar la construcción.
A ver, que no quiero ponerme coñazo...
Esto es de La Tribuna de Toledo, publicado el 2 de enero de este año, a doble página.
"El cerro del diablo"
El Consorcio cuenta con un proyecto de intervención arqueológica que podría hacerse realidad cuando esta zona sea de titularidad municipal
TOLEDO.- Finaliza 2006, arranca 2007, pasa el tiempo y parece que el Cerro del Bú continúa estando en manos particulares. Pese a las promesas del alcalde, tan repetidas a lo largo de los últimos meses, de que este paraje será en breve propiedad de todos los toledanos, el antiguo yacimiento de la Edad del Bronce -precedente del primer poblamiento humano que se situó en el Casco Histórico actualsigue sometido al inexorable paso del tiempo, promesas políticas y la misma modorra que envuelve a cualquier intervención de esas características en la ciudad. Todo eso, tratándose de unos restos arqueológicos cuya antigüedad se remonta más allá del primer milenio antes de Cristo.
A la espera de que el Cerro del Bú, situado en las inmediaciones del arroyo de la Degollada, obtenga la titularidad municipal, un viejo proyecto de intervención duerme el sueño de los justos en el interior de los sótanos del Consorcio. El Plan de Inversiones de este organismo correspondiente al período 2007-2010 prevé una inversión de 240.000 euros para la preservación y puesta en valor del yacimiento. La pregunta es: ¿Cuándo llegará el momento...?
Pese a las buenas intenciones del señor Molina, el interés por el Cerro del Bú no constituye en absoluto ninguna novedad. Las primeras investigaciones relacionadas con el lugar, a cargo de Manuel Castaños y Montijano, acaban de cumplir cien años de edad.
Los descubrimientos iniciales, que pasaron por la Real Academia de San Fernando, apenas sí verificaron la antigüedad del poblamiento tras unas someras excavaciones. Nada queda, por otra parte, del fallido intento de repoblación con pinos que emprendió en la zona el Ayuntamiento de Toledo hace apenas medio siglo, en el año 1956.
Las campañas emprendidas a lo largo de los años ochenta por Enrique de Álvaro y Juan Pereira, aunque mucho más sistemáticas, tampoco aportaron demasiada información. A finales de esa década sí fue posible documentar los restos de antiguas estructuras defensivas de origen islámico. Se trataba de los restos de la primitiva 'Torre de los Diablos', cuya existencia recogían antiguos testimonios mozárabes. Por fin salían a la luz.
Oculto. Un simple paseo por los alrededores del cerro permite descubrir las inmejorables características defensivas del lugar.
Situado a poco más de quinientos metros sobre el nivel del mar, el Bú domina visualmente casi todo el sureste del peñón toledano, hasta el puente de Alcántara, el Castillo de San Servando y la Huerta del Rey.
En palabras del historiador Julio Porres, «es escasamente visible desde el norte, lo que le confiere un valor estratégico importante».
Por otra parte, su escarpada bajada natural hacia el Tajo debió de asegurarle el abastecimiento de agua en épocas pasadas. La mayoría de las investigaciones han planteado que el Cerro del Bú estaría comunicado con el Casco Histórico a través de un rudimentario salto de agua o bien de un puente de barcas. No en vano, han aparecido restos que se corresponden con esta primitiva etapa en el interior del Casco Histórico, al otro lado del río, a la altura del Corralillo de San Miguel.
Aunque la mayoría de los restos constructivos de la Edad del Bronce hayan desaparecido, los arqueólogos barajan suficientes datos como para señalar que los primitivos habitantes de la ribera del Tajo habitaban en cabañas de planta elíptica o circular, con zócalo de piedra y paredes y techos formados por ramas endurecidas con barro. Desgraciadamente, las colecciones de restos cerámicos descubiertas en el entorno a lo largo del siglo XX -así como los pequeños útiles de piedra que utilizaron estos pobladores-, se encuentran descontextualizadas y jamás han sido estudiadas en profundidad, por lo que el Cerro del Bú solamente puede ser estudiado a través de investigaciones muy generales.
Arqueólogos como Arturo Ruiz Taboada han planteado que los niveles arqueológicos más antiguos del lugar se corresponden con la fase de transición entre la Edad del Cobre y la Edad del Bronce en esta zona de la Meseta. «La información con la que actualmente contamos permite identificar un sistema de asentamientos permanentes plenamente consolidado en la cuenca media del Tajo al que pertenecería el Cerro del Bú (...), pieza imprescindible para el conocimiento de la forma de vida de las gentes que habitaron el entorno de la actual ciudad de Toledo entre el tercer y segundo milenio antes de Cristo», aseguró hace años este arqueólogo en el informe propiedad del Consorcio.
Los diablos. La primera denominación del lugar, conocido como Cerro del Bú, data de finales del siglo XIII y es una de las más antiguas de Toledo. Es habitual considerar que 'Bú' procede de la palabra árabe que significa 'búho' o 'lechuza', si bien este término ha convivido durante buena parte de su historia con otra expresión mucho más inquietante: la de 'Torre de los Diablos'.
Así se conoce, desde 1156, a las construcciones musulmanas asentadas sobre este lugar de importante valor estratégico. Los arqueólogos e historiadores coinciden en relacionarlas con el asedio que el califa cordobés Abderramán III había emprendido contra la ciudad de Toledo en el año 931 y cuyo centro se encontraba en la ciudad perdida de Madina al-Fath, conocida posteriormente como Çalencas, en las proximidades de lo que hoy conocemos como barrio de Azucaica.
De esta época han sobrevivido los restos de un recinto amurallado, levantado directamente sobre los restos de la Edad del Bronce.
El Bú continuaba ofreciendo unas inmejorables condiciones a los pobladores veinte siglos después de su primera ocupación. Las fortificaciones serían abandonadas por los musulmanes una vez que no fueran necesarias. Hasta nuestros días han llegado murallas con un espesor cercano a los dos metros y una especie de bastión, que domina la cresta del cerro y cuyos perfiles todavía pueden apreciarse con relativa facilidad.
«La puesta en valor de la estructura perimetral del recinto amurallado islámico con sus cuatro elementos defensivos o de contención puede representar la recuperación de un espacio histórico que hoy se encuentra totalmente perdido», continúa Ruiz Taboada.
Está sobradamente justificado, por tanto, que el Cerro del Bú goce de la consideración de Monumento Nacional, según apareció publicado en el Boletín Oficial del Estado en noviembre del año 1980.
Y ahora, ¿qué? A la espera de que el Consorcio tome cartas en el asunto, una vez que el Bú sea por fin de titularidad municipal, por el momento sólo es posible atenerse a la propuesta de intervención arqueológica que posee dicho organismo. Uno de los principales objetivos sería la delimitación del recinto islámico -cuya extensión en área se desconoce aún-, así como la protección del conjunto con el fin de impedir actos vandálicos.
En una segunda fase, el equipo de arqueólogos acometería los trabajos de excavación y consolidación de estructuras, determinando qué elementos corresponden a cada una de las etapas históricas del Bú, una tarea bastante compleja. Está previsto que estudiantes de la Universidad de Castilla-La Mancha puedan intervenir en las tareas arqueológicas, tal y como sucedió el pasado verano en el patio del Cristo de la Luz.
Por último -siempre según este proyecto del Consorcio, cuyo contenido es solamente indicativo-, quedaría realizar una señalización del yacimiento mediante la colocación de paneles indicativos con planos que indiquen a los visitantes cómo recorrer adecuadamente el yacimiento, de manera similar a las explicaciones -también al aire libre- de los Baños de Tenerías. El acceso al conjunto, desde la zona del Valle, ascendería en zigzag hasta la zona superior del cerro, salvando la muralla y las trincheras de las últimas excavaciones. Los toledanos disfrutarían así de un privilegiado mirador sobre la ciudad histórica.
Destacados
Sus características estratégicas han convertido al Bú en un referente defensivo durante milenios
El proyecto del Consorcio incluye la excavación y la puesta en valor de los restos arqueológicos
Cronología del Yacimiento
II milenio a.C.: Esta etapa se corresponde con las fases arqueológicas del Bronce Antiguo y Bronce Pleno en el centro de la Meseta.
Restos de cerámica y también pequeños útiles de piedra, encontrados desde comienzos del siglo XX. Es posible que los primitivos pobladores del Bú abandonaran el recinto a consecuencia de un incendio -o bien debido al crecimiento del poblado- y se instalaran en el interior del actual Casco Histórico. En el Corralillo de San Miguel, frontero del cerro más allá del río, fueron encontrados restos de la misma etapa en las excavaciones que los arqueólogos han realizado a lo largo de las últimas tres décadas.
Siglo IX d.C.: La muralla islámica, que cimienta directamente sobre los restos de la Edad del Bronce, está realizada en mampostería de piedra trabada con barro. En el interior debió de levantarse la 'Torre de los Diablos' citada en documentos mozárabes. Esta estructura pudo haber formado parte del cerco levantado contra Toledo por el primer califa cordobés, Abderramán III, cuyo centro, la ciudad perdida de Çalencas, se encontraba en los alrededores de Pinedo o Azucaica.
Año 1905: El secretario de la Comisión de Monumentos local, Manuel Castaños y Montijano, verificó la antigüedad del poblamiento del Bú, al tiempo que el arquitecto municipal, Ezequiel Martín, levantó los primeros planos del lugar. Sus conclusiones fueron enviadas a la Real Academia de la Historia y cayeron en el olvido durante varias décadas.
Década de los ochenta: Enrique de Álvaro y Juan Pereira intervinieron en el yacimiento a lo largo de varias campañas. A finales de la década fue posible identificar una estructura defensiva en la cresta del cerro compartimentada en tres habitaciones, con cimientos de piedra y los restos de un enfoscado de yeso con el fin de impermeabilizar la construcción.